No sabía nada de eso hasta que observé con atención.
LA TOALLA HEROICACuando las piernas deliran anárquicas de tus decisiones, es porque se afiebraron de rock. El frío se rinde al ritmo, aumenta la temperatura y la transpiración irrumpe en un compacto aguacero que se aferra pegajosa y distribuyéndose en todo cuanto tengas puesto. Y la verdad, poco se puede hacer ante tanta catarata de masa hídrica.
Ella hace esto: Luego de haber pateado lo suficiente, gana la mesa para sepultar su rostro empapado en una toalla como si fuera un santo sudario, que se acomoda justo a su forma, hasta grabar, toda su anatomía frontal. El secreto es, para qué?: y la respuesta es que la diminuta toalla, ahorra viajes al tocador. Como si fuese un pequeño tratado acerca del esfuerzo realizado en una noche calurosamente interminable, tenemos un rostro embebido en sudor que se escurre rápidamente recuperando la piel seca una y otra vez. Una suerte de trasplante transitorio a la que es sometida durante toda la noche y se la banca porque sino: - “de qué clase de toalla estamos hablando!”- (Diría si pudiera, la toalla, claro). De madrugada, perderá sus fibras absorbentes y no habrá nada más que hacer. La amiga –especulo- lo tendrá calculado, porque para cuando la toalla no de más, serán las cuatro de la mañana, donde la rockera tampoco dará más y será el momento justo de guardar esa heroica tela en la cartera e irse sin una sola gota derramada, que revele la increíble noche fitomaníaca que pasó. Lo dicho: cuestión de prestar atención.