Si ser Fito -supongo, claro- es una monumental responsabilidad que implica devoción por lo que hace y emoción por lo que inspira, no es para nada aventurado definirlo como un generador de alegrías y porque no, salvador por habernos direccionado hacia un refugio lleno de amigos con tanta diversidad a cuestas, que si no fuera por él, lo más probable es que no hubiéramos llegado a ninguna parte, con lo cual sobrevendría el disgusto de no habernos conocido jamás. Por el contrario, no ser Fito nos pone de cara al amigo que por ahí nos deja mudos sin saber cómo agradecerle por tantos momentos de su vida consagrados a una curiosa misión terrenal, que parece estar encaminada a reunirnos en cada fin de semana con el ansiado propósito de conectarnos en movimiento y si podemos, verbalizando a nuestro antojo. Oceánicamente hablando, Fito es una especie de muelle con faro incluido, que nos guía a un puerto amistoso para dejar atrás tanta deriva, porque propone tierra firme y lugar seguro donde dejar las toxinas en la pista, el alma en cada canción seleccionada y la brutal reafirmación que no alcanza -como ya se dijo-, contar con los mejores vinilos, bailar sin morir en el intento, o contar con una casi prodigiosa memoria llena de historias que hablan de rock and roll. Para alcanzar esa estatura (atenti) "tenés que ser Fito!". Por eso, los que no lo somos, hacemos fila para saludarlo, antes que desde un caprichoso lagrimal, se nos escape una emoción cristalina guardada desde el momento justo, en que tuvimos el honor de conocerlo.
Dicho esto, ahora que lo pienso, con haberte expresado un "Feliz cumpleaños pibe!" hubiera alcanzado cuanto menos, un prolijo y adecuado resumen de sentimientos para la ocasión. Pero la verdad, que esta vez tenía ganas de contarle que se siente estar desde este otro lado y lo bien que la pasamos cada noche Fitomaníaca!. Abrazo y como siempre, adelante con el rock!.
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