EN DEFENSA DE LO INOLVIDABLE
Las noches no son ni buenas ni malas. Están ahí. Sujetas a lo que somos capaces de provocar. Serán inolvidables en la medida que aparezcan las ganas de soltarse. Y no lo serán, si dejamos que el prejuicio nos gane la cabeza. Es casi una cuestión genética!. Estoy convencido que estamos diseñados para algo más que comunicar desde lo verbal. Uno no conversa al compás de las caderas. De hecho, no me veo en un debate de ideas zapateando frenéticamente!. Porque el ritmo del debate impone mente abierta y lo que salga medianamente ordenado de los labios para decir lo que se piense. Entonces?. Habrá que darle el lugar que se merece al resto del cuerpo, que casi sin pensar y sin una sola palabra que decir, vibra inquieto y sincronizado en el preciso momento que la música despliega su mejor sinfonía emocionalmente rockera. Dicho esto, me voy a lustrar los zapatos porque el viernes habrá que respaldar lo que acabo de decir (en defensa de lo inolvidable!) claro. Saludos.LA OMNIPOTENTE ELEGANCIA DEL NEGRO
Últimamente vengo somatizando ciertos estados alterados por el influjo de las noches bailables. Inicio los viernes por la mañana con una simple ceremonia, donde me planteo un futuro inmediato proyectando el refugio que me espera y donde anida el mejor rock. Allí honramos (digamos… intentamos?) a los Rolling, Creedence, Chubby Checker, Elvis, Johnny Rivers entre muchos otros, zapateando hasta pasados los calambres de madrugada.Por escala de valores, podría definirse como controlado. A pocos minutos del evento, el control se muta en descontrol, liberando ansiedades que sin tiempo que perder, ganan velocidad. A un ritmo tal, que alcanza la categoría de rito. Y acá, por gracioso que parezca, nos ponemos serios. Porque no es posible que a minutos de salir hacia la rockería, todavía esté pensando qué pantalón negro me llevaré puesto. Conducta más obsesiva que ingeniosa porque la variedad de colores, no parecen tener lugar ni posibilidad alguna de coexistir con otros colores que no sea el oscuro y lúgubre negro. Como si se asumiera dueño de mi intento-bien vestir, el muy atrevido negro presume de su omnipotente elegancia y no permite ningún otro color que le dispute mis extremidades inferiores. Si le pudiera poner voz a esta situación, el diálogo sería algo como: -“Mirá verde, venite la semana próxima, si aparece otra pierna te llamamos”- “por ahora”- agrega el negro: -“el flaco es mío!”-.
Nada. Solo quería comentar que existen historias dentro de otras y porque la fantasía forma parte indisoluble del rock and roll. Saludo a los amigos Fitomaníacos.
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